domingo, 28 de abril de 2013

Mauricios

Humberto Morales Cruz


Personajes:

Mamá
Mau
Mauricio
Don Mauricio
Sofía
Sof


Se abre el escenario. Suena el tecleo repetitivo de una máquina de escribir. Adelante está un hombre de unos 25 años, vestido fachosamente. En la parte de atrás está un niño jugando solo en el piso. El niño y el hombre se parecen, podrían ser la misma persona. No hay escenografía. El hombre se llama Mauricio.
 

Mauricio: (al publico) Yo crecí ahí atrás, en el pasado. Mi madre trabajaba en casa como traductora y correctora de estilo. El ruido de su máquina de escribir es la música de mi niñez. Mi padre no estuvo nunca, trabajaba lejos.


El ruido de la máquina de escribir se detiene. Entra una señora a la parte donde está jugando el niño, bien vestida, con ojeras.

Mamá: Mau, ¿qué te dije de andar jugando?

Mau suelta su juguete como si hubiera sido sorprendido haciendo alguna fechoría.

Mau: Que sólo se juega cuando se tiene tiempo.

Mamá: (interrumpe) Y sólo se tiene tiempo cuando se trabaja.

Mau: Y ¿Cómo sabes cuando ya has trabajado lo suficiente?

Mamá: Porque entonces tienes tiempo de jugar. Yo te dejaría jugar si ya hubieras trabajado suficiente.

La mamá sale del escenario. Mau recoge su juguete. Comienza de nuevo el golpeteo de las teclas de la máquina.

Mau: Espero que cuando crezca ya haya trabajado lo suficiente.

Mauricio: Cuando era niño el trabajo era el camino hacia el juego. Mi mamá no entendía que el trabajo de los niños es jugar. Yo no comprendía que la labor de los padres es convertir a sus hijos en adultos. En la niñez se nos obliga a trabajar para convertirnos en hombres, la adultez se considera el estado pinacular del ser humano a partir del capital que puede uno producir ¿Qué sociedad es esta que apenas por un poco pan y mal circo: cinturones de seguridad, comida embazada al vacío y una supuesta protección toma nuestra vida. Los países son como equipos de futbol; hemos sido obligados a irle a uno y a trabajar por él. Nacimos en medio de la liguilla. Se nos ha inculcado la idea de que somos mexicanos y que somos bien chingones.

Entra al escenario una pareja: un Señor de edad avanzada, debe tener unos 75 años y una Mujer quizás un poco más joven. Se paran frente a Mauricio.

Don Mauricio: Cuando tenía 25 años creía que mi infancia había sido robada y que mi vida entera había sido sacrificada en el altar de México. Me importaba jugar.

Sofía: Ya te veo, Mau.

Don Mauricio: Eran otros tiempos, todavía no te conocía.

Sofía: Yo te conocí así; usabas huaraches porque decías que los pies debían estar siempre expuestos al aire. ¡Ja! Que los pies apretujados dentro de los zapatos eran una metáfora del alma proletaria. Según tú, el problema con el mundo era que los zapatos de la enajenación hacían muy difícil rascar la comezón del espíritu.

Don Mauricio: No me había dado cuenta entonces de que me había convertido en una paradoja andando: trabajaba para la sociedad buscando acabar con el sistema social; trabajaba para predicar el sinsentido del trabajo.

En la parte de atrás, Mau está jugando con un martillo de juguete; está “arreglando” su camioncito. Mauricio trae un montón de panfletos que reparte a todo el que pasa.

Mama: (Grita desde fuera del escenario) Mauricio, ¿qué estás haciendo?

Mauricio: estoy jugando a que trabajo.

Mau deja de jugar y comienza a hacer planas

Mau: Amo a mi mamá mi ama.

Mauricio: Marx era un viejo barbón con injertos de hormiga; el comunismo es la exacerbación de la pérdida de la individualidad. La única manera de hacer iguales a los hombres es quitándoles la posibilidad de ser diferentes; quitándoles la libertad. En el principio existió la libertad. Los hombres, asustados, le confirieron a uno de ellos la responsabilidad de mantenerla alejada. A este lo llamaron Monarca y su nobleza radicaba en mantener presa a la bestia/libertad, ordeñarla, y dosificar su leche para que los hombres se alimentaran. El cargo pasó de padre a hijo durante muchos años; la bestia permaneció encerrada. Cuando los hombres se dieron cuenta de que algunos de estos reyes no eran capaces, no sabían cómo administrar los peligros y los beneficios de la bestia, mataron el concepto y a sus representaciones “reales”. La Libertad salió de la jaula monárquica, llena de resentimiento por su cautividad, y quemó iglesias y edificios de gobierno y mató a las familias de sus celadores. El miedo se apodero nuevamente de los hombres e inventaron la ley. El vocablo “ley” es una derivación de la vieja palabra “rey”, la “L” sustituyó a la “R”, la longevidad de las leyes a la rápida sucesión de reyes. La ley es un monarca abstracto que vive para siempre, una prisión constante y sólida. Los hombres se han olvidado de la libertad.

Mau: Amo a mi mamá mi ama

Sofía: No hay más que hacer, el pasado siempre acaba dando risa. Quizás el trabajo desde la distancia parece un juego.

Don Mauricio: Tú llegaste un día en tu vestido blanco, de inmediato me di cuenta que tu trabajo era estar conmigo, que debíamos jugar a ser nosotros, creo que la vejez reduce la vida a un juego.

Entra Sof al escenario, trae un vestido blanco.
Mauricio: Señorita, ya sabía usted que su vida es más de la sociedad que suya.

Sof: No, pero cuénteme más. Suena ligeramente interesante.

Mauricio: Pues mire, los países son como equipos de futbol.

Sof: Perfecto, a mi me gusta el futbol.

Mauricio: No, no es bueno porque estamos a la mitad de la liguilla.

Sof: ¿Y quién va de líder general?

Mauricio: Estados Unidos, pero eso no es lo importante. El problema es que se nos obliga a trabajar para nuestro equipo, nos han inventado una identidad que nos ata a un territorio y a un...

Sof: Pero es inevitable, uno nace en Guadalajara y le va a las chivas.

Mauricio: Pero el problema no es a que equipo irle, sino ¿por qué habría que irle uno a un equipo? ¿Por qué tendría que andar uno pendiente del futbol siquiera?

Sof: Pues porque el futbol es la vida, bueno, el juego socio-histórico-económico-político que tú dices que es como el futbol.

Mauricio: Y ¿no crees que la vida está en otra parte?

Sof: No, eso somos.

Mauricio: Ese es el problema de ir al estadio muy seguido: uno acaba creyendo en los árbitros, en los jugadores y en los goles.

Sof: Ese es el problema de no ir al estadio: uno no entiende que el entrenamiento de los jugadores potencializa su libertad en el campo.

Mauricio: “En el campo”, el campo es una fracción pequeñísima del mundo, una millonésima parte. Si uno fuera 100% libre en el campo de futbol, sería sólo 0.000001% libre en la totalidad de la existencia

Sof: Ser completamente libre significaría encerrarse en uno mismo. Para mantener esa clase de libertad uno tendría que renunciar a su libertad de ser sociable.

Mauricio: Esta cosa de que el hombre es un ser gregario es la piedra angular de la correa que nos mantiene sujetos. A partir de esa frasecita toda la sociedad ha sido construida.

Sof: Es una lástima que pienses así, yo te iba a invitar a darme la razón y ser juntos un ejemplo de gregarismo.

Mauricio: (con una sonrisa) Bueno, bueno; tampoco soy un dogmático irreflexivo. La experimentación es la base del conocimiento.

Sof: Ahora resulta que hay anarquistas positivistas.

Sof y Mauricio se toman de la mano y salen del escenario.

Sofía: La experimentación fue la base del conocimiento.

Don Mauricio: La dialéctica de la vida.
Mau: (atrás) Mamá, ya acabé.

Se interrumpe el ruido de la máquina de escribir. Entra la Mamá de nuevo.
Mamá: Bien, ¿no te sientes mejor ahora que ya acabaste?

Mau: No sé, ya es noche y el cansancio no me deja pensar.

Mamá: Vas a ver que mañana vas a ver toda la tarea que hiciste hoy y te vas a sentir orgulloso.

Mau: Vas a ver que mañana va a ser lo mismo, más tareas, más exámenes para los que estudiar. Mamá yo no quiero estar orgulloso toda la vida, quiero hacer otras cosas.

Mamá: Está bien Mau, pero ya mañana. Hoy hay que dormir temprano, tenemos que salir a las 6:30 para que llegues a la escuela a tiempo.

Mau: (bosteza) Bueno, mañana…

Salen Mau y su mamá del escenario.
Sofía: Mau yo te quiero. La libertad a veces uno la entrega con gusto, uno se deja esclavizar. No hay nada que me haga sentir más orgullosa que saber que mi libertad fue bien invertida. No me queda nada; toda fue depositada en mis afectos.

Don Mauricio:(la abraza) Sólo nos queda la libertad de morirnos. La vejez es la pérdida de las opciones. Como la energía potencial se convierte en energía cinética, así la libertad se convierte en memorias. El mundo se vuelve anacrónico; la visión empieza a mezclarse son el sentido de la memoria. Los jóvenes que queríamos buscar la libertad nos damos cuenta ahora de lo que realmente queríamos: la oportunidad de generar recuerdos.

Sofía: ¡Ay Mau!, que no ves que fuiste libre de tratar de ser libre, y en lugar de eso escogiste la libertad. La mejor manera de evitar ser libre es tratar de ser libre.

Don Mauricio: (como para sí mismo) Quizás secretamente nos enseñan a preocuparnos por ser libres para evitar que seamos libres. Quizás la única manera de asegurar la servidumbre social es a través de la libertad de pensamiento.

Sofía: ¿“Enseñan”? ¿Quiénes?

Don Mauricio: Ellos, nosotros. Dentro de nosotros viven esos hombres que le tienen miedo a la libertad.

Sofía: (juguetona) Si, se comen lo que no masticas bien y te mueven las llaves cuando no las encuentras.

Don Mauricio: Bueno, igual no importa. Anda Sofía, vámonos para la casa. Igual no es como si después de tantos años nos pudiéramos librar de nosotros mismos.

Salen Don Mauricio y Sofía del escenario.


FIN.

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